ASÍ REGRESÓ QUERÉTARO A LA NUEVA REALIDAD

Por: Francisco Hernández

@PacoHernandez14

 

Quedó atrás la puerta del hogar, con rareza y por primera vez en tres meses, la chapa quedó cerrada con llave. Despídete del confinamiento, un tímido riachuelo de automóviles en la avenida saluda. Bienvenido a la nueva normalidad.

Un notorio incremento en el tráfico, al llegar al crucero de Bernardo Quintana y Corregidora Norte da tiempo para echar un vistazo a las puertas abiertas de los negocios que hasta la semana pasada permanecían cerrados. Letreros de Bienvenida y Ya abrimos, se leen en las vitrinas, en los estantes y las ventanas.

Algunos parques aún se mantienen acordonados, pero los corredores los rodean por el asfalto, por Constituyentes, los hoteles y moteles tienen globos en sus fachadas, la Iglesia de la Sagrada Familia en Jardines de la Hacienda aún no se anima a abrir sus puertas.

En estéreo del automóvil las canciones que se quedaron guardadas por tres meses en la guantera y alrededor la marea de conductores y sus nuevos vicios: con cubrebocas, sin cubrebocas, con el cubrebocas mal puesto y con antiguos males, maquillándose o hablando por teléfono.

El Centro Histórico recobró un poco de vida, el Jardín Zenea sigue acordonado, al igual que Plaza de Armas, Plaza Fundadores y el Templo de la Cruz, pero los negocios ya tienen sus puertas abiertas y gel desinfectante en sus entradas. Las puertas que permanecen cerradas dejan una interrogante entre sus vecinos: muchos de ellos no sobrevivieron la cuarentena y su cierre fue de manera definitiva.

De vuelta a los andadores, a las fachadas coloniales, la cantera que siente de nuevo las pisadas de la gente que poco a poco regresa para reactivar la economía.

A Plaza de Armas solo hay acceso por dos de los cuatro vértices, los restaurantes y cafés ya tienen un puñado de comensales. Ahí como el último día que permaneció abierto el restaurante 1810, el jefe de meseros, Victorino Verdeja Segura recibe a los clientes sonriente, con la variante de que su rostro es cubierto por una careta de protección y un cubrebocas.

Solo fueron colocadas la mitad de las mesas, pero el pianista se mantiene estoico mientras ameniza la hora de la comida a tres damas que han decidido ordenar un platillo tras descargar el menú del restaurante mediante un código QR.

Calles abajo Gabriela García, trabajadora una tienda de ropa en la calle de Corregidora es la encargada de medir la temperatura de los clientes que desean entrar al establecimiento. Solo una puerta está habilitada pues el segundo acceso se encuentra acordonado para evitar que la gente se agrupe.

En distintos puntos de la ciudad, plazas comerciales y mercados también reabrieron sus puertas: una de las plazas comerciales más frecuentadas es Antea, ubicada sobre Paseo de la República. Sus tiendas ancla habían permanecido cerradas durante casi dos meses y es hora de recibir de nuevo a los clientes. Sin tener el número habitual de gente, los asistentes urgentes por realizar las compras que dejaron pendientes durante tres meses no son para nada un número menor. El movimiento se ve.

En el área de comida, las mesas respetan el 30 por ciento de capacidad, el resto han sido retiradas y hay personal de limpieza asignado a cada área: cada que se desocupa una mesa, la superficie se limpia con desinfectante al igual que cada silla.

Las tiendas parecen estar ahí, con guardias checando la temperatura y aplicando gel desinfectante, la sana distancia se respeta, por lo menos la mayor parte del tiempo, las filas en las cajas son un mundo aparte.

El ocaso se mira en el horizonte, viene el regreso a casa. Así es y será la llamada nueva normalidad en tanto el semáforo no alcance el añorado verde, color de la esperanza.